sábado, 20 de agosto de 2011

LOS QUE NI ESTUDIAN NI TRABAJAN

Hace exactamente un año, el Rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, DR. JOSÉ NARRO ROBLES, durante el coloquio de Valores para la Sociedad Contemporánea celebrado en el Centro Cultural Universitario Tlatelolco el pasado 21 de Agosto de 2010, acuñó un término que estoy convencido, pronto será reconocido por la Real Academia de la Lengua Española. Llamó "ninis" a los 7 millones 200 mil adolescentes y jóvenes mexicanos, de entre 12 y 29 años, que ni estudian ni trabajan. Hecho que suscitó la negación y la inmediata censura del Gobierno Federal. Que ese mismo día por la tarde intentó corregir sin éxito al DR. NARRO ROBLES. Fue el Secretario de Educación Pública, el presidenciable ALONSO LUJAMBIO IRAZÁBAL, el encargado de negar esta escandalosa realidad, afirmando que sólo se trata de 285 mil los jóvenes que se encuentran en situación de rezago educativo en todo el país. Pero ya el certero anuncio estaba dado y resultó imposible para el Gobierno seguir negando esta realidad. Muy a su pesar en los meses siguientes la SEP tuvo que reconocer a regañadientes la magnitud del problema.


El reconocido académico, y rector de nuestra Máxima Casa de Estudios, denunció la dramática realidad por la que atraviesan millones de familias en México. El hecho de que los adolescentes y jóvenes decidan dejar de estudiar o que involuntariamente incurran en situaciones de fracaso escolar, que los marginan y los obligan a permanecer en casa, o en la calle, ajenos a toda oportunidad de escolaridad, sin opciones de capacitación para el trabajo y desde luego, sin posibilidades muchas veces de desempeñar un empleo digno y productivo.

Un fenómeno que angustia a los jóvenes y adolescentes, pero sobre todo a muchos padres de familia que desearían que sus hijos pudieran acceder a mejores posibilidades de bienestar social de las que ellos tuvieron en su propia infancia y juventud. Y esa es una aspiración válida y legítima. ¿Pero por qué nuestros jóvenes dejan de estudiar? ¿Qué responsabilidad asume el sistema educativo nacional? ¿Qué hacen los adolescentes y los jóvenes en esas prolongadas y permanentes jornadas de ocio? ¿Tendrá alguna incidencia, esta extendida experiencia de fracaso escolar, en el incremento de la delincuencia y la inseguridad pública? Y desde luego, ¿Qué responsabilidad tenemos los padres de familia en este problema?

NI EL REPARTO DE CULPAS NI LA NEGACIÓN DEL PROBLEMA

En vísperas de que la tercera parte de los mexicanos (alrededor de 35 millones de estudiantes) regresen a las aulas el próximo lunes, nos percatamos que México es un país en formación, con una elevada proporción de niños y jóvenes que tienen acceso a la educación escolarizada en todos sus niveles y modalidades. Pero ante estas gigantescas cifras también convive esa sexta parte de la población en edad escolar que fue excluida del sistema educativo. Más de 7 millones de personas cuya existencia es negada por el Gobierno Federal, pero que están allí: realizando labores domésticas en casa, viendo televisión, durmiendo hasta tarde, socializando durante horas interminables en Facebook, desempeñando algún sub-empleo, incorporándose a la economía informal, allegándose a una pandilla, o en engrosando las cifras del embarazo precoz en madres adolescentes.

Pero, ¿Qué opciones podemos ofrecerles? ¿Qué estamos haciendo, como sociedad, para apoyarlos? Estoy convencido que muy poco. Más bien estamos consintiendo un problema que a mediano plazo puede comprometer el futuro y la estabilidad del país. Porque actualmente para muchos jóvenes de esta generación asistir o dejar de asistir a la escuela da lo mismo. Están dejando de ver en la educación una vía para el bienestar o la movilidad social. Observamos núcleos importantes de estudiantes graduados de nuestras universidades que no encuentran opciones reales de empleo, en un modelo económico inestable y en crisis permanente. Hecho que desalienta a las nuevas generaciones a seguir estudiando y que pone en entredicho la eficacia de nuestro sistema educativo. Y ante este crítico panorama nos preguntamos: ¿en dónde está la solución?.

LA FAMILIA ES LA PRIMERA FORMADORA DE PERSONAS Y CIUDADANOS.

Sin duda el problema de los ninis debe verse con al menos dos enfoques. Un componente remedial para atender a los millones de jóvenes y adolescentes que carecen de un proyecto de vida viable. Pero de igual manera la solución requiere un enfoque preventivo, que atienda a aquellos niños y adolescentes en formación, para que no incrementen las cifras de ninis y continúen de manera exitosa su preparación en las aulas. Y ambos enfoques pasan por que las familias y las instituciones del estado -y desde luego los ninis - asumamos las responsabilidades que nos corresponden de manera inmediata.
La familia es la principal proveedora de los medios y el sustento necesario para que los jóvenes estudien. Pero también la responsable de propiciar la comunicación, la motivación, la autoestima y el acompañamiento de los hijos, tan importantes en estos momentos críticas de la vida. Es una etapa en la que los hijos ni son pequeños ni tampoco son grandes. Pero si son muy vulnerables a ser manipulados e influenciados por agentes externos, que no siempre resultan los más recomendables para su crecimiento. La familia debe espabilarse e ir en busca una y otra vez de los hijos. Forzar - si se necesario - la comunicación cuando el joven es reservado. Hacer uno y mil intentos de acercamiento para hacerles sentir que realmente son importantes y que no están solos. Es la familia, más que el Estado, el factor fundamental de prevención y de motivación para los jóvenes estudiantes. Nada ni nadie cumplirá el rol que a la familia le corresponde.

En lo referente a la atención de los 7 millones de ninis nuevamente, la familia también es piedra angular para animar y encaminar a los jóvenes para que retomen el camino. Para que investiguen con ellos las opciones educativas disponibles. Motivarlos para que aprovechen las opciones y becas de capacitación laboral. En casos extremos, hasta ser contrapeso de la influencias de pandillas y de otros ninis, que han encontrado en la vagancia y en la delincuencia vías de supuesta mejora, más sencillas y atractivas.

Ciertamente ante este problema nadie está suficientemente preparado. La mayoría de los jefes de familia fueron tomados por sorpresa cuando la realidad los arrasó. Saber que sus hijos fueron expulsados de la escuela por adeudos de materias, o que no podrán continuar con sus estudios por haber agotado sus opciones de acreditación. Enterarse de que su hija adolescente está embarazada. Son situaciones cada vez más frecuentes a las que se enfrentan millones de familias, que ya de por sí pudieran estar desintegradas. A este fenómeno es al que nuestras autoridades aluden, cuando afirman que el tejido social se está descomponiendo. Y son crudas realidades a las que debemos enfrentarnos, sin aspiramos como sociedad y como Nación a un mejor futuro .
Estamos ante un fenómeno mundial del que no están exentos ni los países más desarrollados ni los países en vías de desarrollo. Baste mirar el caso del Movimiento de los Indignados en España. En el que participaron más de 200 mil ninis españoles, quienes en los meses de mayo y junio se apoderaron de las plazas públicas exigiéndole al gobierno empleo y educación, en un plantón permanente que afectó a las principales ciudades de ese país. O la ya célebre y trágica Revolución de los Jazmines, iniciada en diciembre pasado por un nini de Túnez, de nombre Tariq Mohamed Bouazizi, que en su desesperación por la falta de un empleo digno prefirió prenderse fuego en una plaza pública, en protesta contra su gobierno. Su muerte desencadenó una rápida y fulminante guerra civil que derrocó al gobierno tunecino del Presidente Albidine Ben Ali. O las cada vez más violentas protestas de los jóvenes universitarios chilenos, que se rebelan ante un sistema de educación superior privado, que los margina y deja sin preparación a los más pobres.

Estos casos extremos NO REFLEJAN afortunadamente la realidad mexicana, pero son un llamado de atención para que la familia y las instituciones del Estado nos pongamos a trabajar juntos y atendamos este problema que crece cada día. En lo que a mi respecta: el lunes que acompañe a mis hijas a su primer día de clases me haré el firme propósito de platicar con ellas, para saber cómo les fue en la escuela y veré si puedo apoyarlas en sus tareas. Es lo menos que debo hacer ¿No creen?

La frase de Hoy:

"El futuro del mundo pende del aliento de los niños que van a la escuela".
El Talmud

Tus comentarios serán bienvenidos a: alfonso_enciso@hotmail.com

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